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Un líder nacido del dolor y la lucha

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Wilmart Gonzales, presidente de la Junta de Acción Comunal del Barrio La Independencia 1 en la Comuna 13, ha destacado por su labor en la revitalización y fortalecimiento de su comunidad. A través de su liderazgo, ha guiado a su barrio para superar adversidades y avanzar hacia un futuro más próspero.

Mientras atardecía, los paramilitares avanzaron con fusil en mano, sembrando el miedo que se apoderaba de la comuna 13. La población se encontraba atemorizada, los niños se refugiaban en los techos y dentro de las casas, fueron sacados uno a uno, arrancados de los brazos de sus madres, preguntando desde el mayor al el menor cuál les servía más.  Una fila de cuadra en cuadra era lo que se evidenciaba, lo único era el silencio y aquellos pasos que hacían retumbar los odios de los niños, con esto un viento que hizo temblar el barrio. 

Trece niños forzados a ser hombres ya habían vivido lo de la violencia en la guerrilla, unos ya habían cobrado a sus hermanos y otros ya no aguantaban más. El general empezó uno a uno a preguntar quién quería continuar, unos, no, sí, sí y no, y cuando terminaron 11, estaban derramando sangre  y llenando las calles de rojo intenso,  era de odio y dolor. Al final, las madres recogían a sus hijos con las lágrimas desbordándose; no había perdón para este acto. Los 3 que continuaron vivieron para renacer. Pero la vida que les esperaba no sería fácil. Tendrían que cargar con el peso del horror y la resiliencia para seguir adelante.

Con una cálida sonrisa, Wilmart nos recibe en aquel lugar donde se cuidan los niños de la comuna 13, protegidos de las garras de una violencia. Se niega a ser víctima del pasado. En lugar de ello, ha transformado su dolor en fuerza y se ha convertido en el líder de su comunidad, luchando por un futuro mejor para todos.

"Usted no sirve para este mundo", le decían. Pero Wilmart no se rindió. Sabía que tenía un propósito, una misión: defender a su comunidad y construir un futuro donde la violencia no tuviera cabida.

Hace diez años, Wilmart tomó las riendas del barrio. Reunió a un grupo de vecinos, "cuchos" como él, y juntos emprendieron una lucha por la transformación social. Se convirtió en el presidente de la acción comunal, no sólo para liderar, sino para inspirar, para demostrar que incluso de las cenizas de la adversidad puede surgir la esperanza.

Su barrio es su mayor misión, pues, todos los días trabaja en él para hacerlo surgir. “Hace 10 años yo vi el barrio caía y si un día lo luchamos y lo luchamos con el sudor de nuestra frente fue con nuestra vida y para verlo florecer”, menciona Wilmart con honor y valentía, cargado de amor por lo que hace. "Ya no hay método de guerra, ya no hay nadie diciendo nada malo, yo sobresalgo con los grupos de trabajo del barrio. Por eso cambié. Porque tengo a la gente a mi alrededor que cambió. Pero no cambió en el sentido de que venían de lo malo”, añade.

“Que no vuelvan a cometer el mismo error del pasado. El pasado siempre fue algo que nos avergonzó, y nos sistematizó”, Wilmart recuerda. Esta es una comuna llena de amor y valor dentro de los 32 barrios que surgen. “Pero este pasado que estamos haciendo es un pasado hermoso, un pasado de cultura”, concluye. Muchos llegan del barrio del salado y vienen con los niños para adentrarse.

-Yo hago graffitis, dice un menor.

- Yo hago muralismo, dice un adulto.

-Yo quiero rapear, dice un niño

-Yo quiero bailar, grita una niña.

-Yo quiero hacer esto, hablan los jóvenes.

Pero aunque todos trabajan en conjunto gracias a la junta de acción comunal, Wilmart tuvo que pasar por sucesos que lo marcaron y que le duelen, “me llamarían asesino”,Wilmart expresa. Dice que no suele contar su historia, pues esta trae su peso.“Sería desgarrarme todos los días y decirle a una persona todo lo malo que me tocó hacer para llegar ahora donde estoy”, incluye.

“Hay un grupo de muchas personas que día tras día... hacemos parte del cambio del barrio”. Wilmart sonriendo menciona esto. Todos los días se levanta a las cinco en punto para limpiar el barrio y darle la bienvenida a los que vienen a conocer. Su muralismo característico y sus grafitis.”Hacemos parte de una cultura”, incorpora. Todos colaboran, y son muchos los que buscan el bienestar de su comunidad.

A partir de los 9 años para un niño la idea era jugar con carros, pero a Wilmart le tocó la vida dura jugar con un fusil. Sus recuerdos son guerrilleros y paramilitares, matando, torturando y sacando a las personas de sus casas, manchando las aceras de las calles de dolor.

Vivió 14 años con la guerrilla y entre esas guerras sobrevivieron unos, incluidos él. “Una vida muy sufrida porque nos quitaron el dormir, el vivir, el soñar, el respetar”.

 

- ¿Quiénes van a trabajar con nosotros? Y a los que no, allá, gritaba el jefe paramilitar.

 

-Ay, qué parcero, yo no soy nadie. A mí antes me tenían aquí adoctrinado hace un poco de tiempo, pero yo voy a seguir caminando con usted. Wilmart se paró a un lado.

 

A más de uno  le dolía ya el alma y el corazón de haber vivido algo tan real. 

 

-No, parcero. Yo no sigo con eso, añadía amigo de Wilmart

 

Y se hizo al otro  lado. Y todos los que se hicieron a ese lado no están.

 

-. ¿Qué es y  qué hay?, preguntó Wilmart.

 

– Muy bien, va a cambiar con nosotros, decía el jefe paramilitar.

 

-Sí, señor. 

 

-Ya no hay nada más que hacer, ¿qué era usted? ¿Para qué sirve? 

 

-No, yo sé esto de vocería, eso. 

 

-Ah, no, no. Usted sirve. Venga, quédese.

 

Ese día era distinto. “No habíamos sino tres que calculamos y el resto no. El resto ya estaba muerto”, aclara Wilmart. Era una segunda oportunidad de apuntarle a seguir siendo malo, pero al final era la vida. Si no continuaban con esta doctrina, ya sabían a dónde llegarían. “Era defender un barrio, tener una guerra y sentir todo”. 

 

Las oportunidades que se brindan en la comuna a partir de labor que hizo este hombre, son piezas de ayuda para jóvenes que emprenden y niños cargados de sueños y eso es lo que él quiere dejar la fuerza para los que vendrán en un mañana.”aquí  si usted quiere cantar, bailar, pintar, usted acá es exponente”, cuenta con entusiasmo.

 

Desde que Wilmart inició su compromiso con los emprendedores, su papel en la comuna ha sido un pilar fundamental. Ha protegido tanto a los comerciantes como a los sueños que emergen en cada rincón de este barrio, a las mujeres, cabezas de hogar, y a sus niños. "Fui un joven de los que, cuando no había nada aquí, qué más le apuntábamos a la guerra porque no había nada", reflexiona Wilmart. Con su liderazgo y dedicación, Wilmart ha tejido una red de apoyo que impulsa el crecimiento económico y social de la comunidad, consolidándose como un referente de resiliencia y progreso en la comuna.“Cuando usted no tiene, no sirve, no siembra, es cuando usted no tiene ideales. Y a nosotros nos enseñaron unos ideales desde chinga. Así fueran malos, pero nos enseñaron a formar varias cosas”.


 

“Pero esto es un barrio que fue muy sistematizado por la violencia, acá hay unas raíces porque acá se lucha, porque acá hay unos liderazgos grandes donde todo el mundo se apoya, entonces hacemos gran diferencia en muchos lugares”, Wilmart enlaza. Antes de que todo esto sucediera, hubo un evento que lo marcó  de cicatrices dentro de sí mismo: una enseñanza a la lealtad.

 

Cuando estaban en la doctrina Wilmart junto a otros niños, eran encerrados en una pieza donde había plata, pólvora, había muchas cosas. En la noche se acostaban a dormir y cuando la curiosidad entraba, muchos se levantaban a abrir y revisar. Y entre esas cajas se encontraba  mucha plata. Sacaban su rollito y se lo encaletaban. Cada uno en su cuento. Al otro día, abrían la puerta y revisaban.

 

-Todo el mundo me hace el favor. Se para allá y antes de desayunar todo el mundo se quita la ropa, ordenaba el encargado.

 

El que había robado, ahí se quedaba. Les hacían quitar la ropa, y colocándolos de cunclillas se les caía el rollito de dinero.

 

- ¿De quién es esta camisa?, ¿De quién es esta sudadera? Listo, hágase usted aquí a un lado, mandaba el jefe.

 

Más tarde, iniciaban el desayuno y, con una de 9 milímetros en la mesa, cogían al más débil y lo mataban.

 

- usted que no sirve, usted que es el que más flojo sí ve, mátelo. Póngale el tiro de gracia aquí.

 

 Le ponían el tiro de gracia y el desayuno continuaba igual, viendo un niño ahí sentado, muerto, porque se robó una plata. Entonces era el principio de la lealtad. 

Wilmart es un ejemplo de resiliencia, un faro de luz en medio de la oscuridad. Su historia nos recuerda que el cambio es posible, que la lucha por la justicia nunca es en vano.

Su legado aún está por escribirse, pero una cosa es segura: Wilmart ha dejado una huella imborrable en su comunidad. Ha demostrado que el liderazgo no se trata de títulos o cargos, sino de la voluntad de defender lo que es correcto, de luchar por un mundo mejor para todos.

“Nos pusieron las escaleras eléctricas, para muchos es una bendición y es una ayuda; para los que estamos desde el comienzo fue tapar toda la violencia que hubo, los muertos y  todos los sacrificados, porque acá del bulto llevaron niñas, niños, señores, señoras, adultos.  Aquí se mató.  La guerrilla asesinó niños, jóvenes, adultos y viejos. El perro y el oro también eran guerrillos”.

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